Archive | agosto 2013

Morir en la orilla

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Resulta complicado imaginar la frustración que debió sentir Tony Martin al verse rebasado por varios corredores cuando solo le faltaban 20 metros para cruzar la línea de meta de Cáceres. El campeón del mundo contrarreloj estuvo a punto de firmar una proeza en la 6ª etapa de la Vuelta a España, que un pelotón cruel, despiadado y sin corazón se encargó de impedir.

El alemán atacó de salida, dispuesto a realizar un test de cara a la crono del Mundial de Florencia del próximo mes de septiembre. El objetivo era rodar en solitario el mayor tiempo posible, sobre el trazado de 175 kilómetros entre Guijuelo y Cáceres, para probarse para la cita en la Toscana, en la que intentará sumar su tercer arcoíris en la prueba contrarreloj.

Martin llegó a contar con más de siete minutos de adelanto sobre el gran pelotón, que apenas parecía inquietarse por la fuga del ciclista del Omega Pharma-Step. A 60 kilómetros para el final la diferencia del corredor germano rondaba los cuatro minutos. Su objetivo estaba más que cumplido y no había ningún motivo aparente para seguir rodando solo en cabeza.

Sin embargo, el gran grupo se relajó. Sin un equipo con un esprinter de garantías en sus filas para pelear por el triunfo parcial y que encabezase la persecución del escapado, la ventaja de éste se estabilizó. Un grave error. Por delante marchaba un hombre capaz de rodar a más de 50 kilómetros por hora. En el horizonte se vislumbraba una nueva meta. El ensayo para el Mundial se convertía en un intento de firmar una hazaña.

Tony Martin se percató de que estaba ante una ocasión única y apretó los dientes. Las manos sobre la parte baja del manillar, las piernas moviendo las bielas a toda velocidad. Era la crono de su vida. El pelotón, consciente de su equivocación, aceleró la marcha y redujo la diferencia a un minuto a falta de 20 kilómetros. El alemán parecía condenado, pero todavía no había dicho su última palabra.

Ya en las calles de Cáceres, la renta era de solo 10-15 segundos. Los perseguidores ya tenían al fugado en su punto de mira, aunque no terminaban de echarle el lazo. Varios compañeros de equipo del germano se colocaban al frente del pelotón, en un intento por romper el ritmo y proteger a su líder. Ya no pedaleaba por sumar su segundo triunfo en la ronda española (el primero lo consiguió en 2011), sino para hacerse eterno. Ser recordado por siempre. Una consigna, no mirar atrás.

Martin afrontó el último kilómetro con 175 corredores pisándole los talones. Los gritos de la gente y sus golpes contra las vallas protectores le impedían escuchar a sus rivales. Aquello no le importaba. Solo quería alcanzar la línea de meta cuanto antes y no ver a ningún corredor rebasándola antes que él.

Paradójicamente, iba a ser su gran adversario en las pruebas cronometradas, Fabian Cancellara, el encargado de convertirse en su verdugo. El suizo, ante la posibilidad de ganar la etapa, arrancó con toda su potencia arrastrando a varios hombres. Martin agonizaba. Ya podía ver las caras de los fotógrafos situados en la llegada, cuando sintió la sensación más desagradable. La de varios corredores adelantándole por ambos lados.

La gloria fue a parar a manos del danés Michael Morkov, pero el reconocimiento y todos los elogios fueron para Tony Martin. El campeón que salió con la única intención de probarse y acarició la gloria con la punta de los dedos.

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La Vuelta encuentra su esencia

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En los tiempos en que la Vuelta a España se disputaba entre los meses de abril y mayo, los organizadores de la ronda española tenían el inconveniente de competir y convivir con otra grande como el Giro de Italia y las clásicas de primavera, a la hora de contar con una buena participación. Por ello, a partir de 1995, se decidió trasladar la carrera al mes de septiembre, menos cargado de pruebas en el calendario.

Sin embargo, el cambio no resolvió el problema. La mayoría de las figuras orienta su temporada hacia el Tour de Francia y esto hacía que muchos descarten su concurso en la Vuelta al llegar a septiembre con muchos kilómetros acumulados en las piernas. La carrera se convirtió entonces en el «exámen de septiembre para los que suspenden en julio«, en palabras el histórico José Miguel Echavarri, y el nivel de participación se resintió.

Han pasado 18 años y la Vuelta parece haber dado con la tecla para atraer a los corredores y a la audiencia televisiva, y de paso, redefinir su identidad. Se trata de acortar el kilometraje, llenar el recorrido de finales en alto (cortos pero muy exigentes), buscando el espectáculo de los últimos kilómetros, y reducir considerablemente los kilómetros contrarreloj. La fórmula, estrenada en 2010, tuvo su culminación en la edición pasada. Cuando Alberto Contador, Alejandro Valverde, Joaquim Rodríguez y Chris Froome protagonizaron un duelo memorable.

Por eso, la organización se ha prepuesto reafirmar el modelo y el nuevo estilo de la prueba. El recorrido de la Vuelta a España 2013 tendrá incluso una llegada más en alto (once, por las diez de 2012). La carrera intentará volver a enamorar al espectador con los finales en Alto da Groba, Mirador de Lobeira, Mirador de Ézaro, Valdepeñas de Jaén, Hazallanas, Col de la Gallina, Peyragudes, Formigal, Peña Cabarga, Alto del Naranco y Angliru. Solo 65 kilómetros cronometrados (27 por equipos y 38 individuales).

El trazado ayuda pero, como siempre, los encargados de hacer la carrera atractiva serán las corredores. Esta vez no estará el vigente campeón Alberto Contador, pero sí el brillante vencedor del Giro de Italia Vincenzo Nibali. Repiten Alejandro Valverde y Joaquim Rodríguez, al que el recorrido vuelve a favorecer.

El propio Purito da la clave de éxito: «La Vuelta es la carrera más sencilla porque es un esprint diario en alto. Eso cansa menos y se podrá hacer un buen Tour y una buena Vuelta el mismo año». Y el director de la carrera, Javier Guillén, justifica el modelo: «Esta es la esencia de la Vuelta, como el Giro y el Tour tienen la suya propia. Esta es la Vuelta de las grandes audiencias televisivas».