Archive | junio 2013

Froome enseña los dientes

La primera semana del Tour de Francia, la de los nervios y las caídas, aquella en la que nunca se gana la carrera pero donde sí se puede empezar a perderla, es propicia para que personajes secundarios se conviertan en protagonistas. El de la segunda etapa es un belga llamado Jan Bakelants, que a sus 27 años ha firmado su primera victoria como profesional y es el nuevo maillot amarillo.

Estos primeros compases también pueden ser escogidos por alguno de los candidatos a la victoria final para enseñar los dientes al resto de adversarios. Esta vez fue el máximo favorito quien decidió realizar una demostración a pocos kilómetros de la meta. Un Chris Froome que quiere eregirse como el ‘patrón’ de esta edición de la ronda gala.

La segunda jornada volvió romper todos los pronósticos. Si el sábado fue una caída la que dinamitó las opciones de muchos velocistas, en la llegada a Ajaccio fue un puerto de tercera categoría el encargado de hacer la criba. La Côte du Salario (1,5 kilómetros al 9% de desnivel) iba a ser el escenario del primer aviso del líder del Sky.

Por aquel punto, el hasta hoy líder Marcel Kittel marchaba ya descolgado, víctima del puerto de segunda situado en mitad de la etapa. La guardia de Froome imprimía un fuerte ritmo con un imponente Richie Porte al frente, cuando el incansable Flecha decidió probar suerte por segunda vez en este Tour. A rueda del español saltó Gauiter, para lanzarse a por la victoria.

Fue en los últimos metros de la subida a Salario, donde Chris Froome decidió pasar el acción. El británico aceleró bruscamente en busca de la cima, sin que ninguno de los aspirantes pudiera o intentara salir tras él. El ataque del inglés puede entenderse como una exhibición de cara a la galería o como una maniobra para colocarse de cara al descenso, pero la sensación de que tiene buenas piernas quedó patente.

En la bajada hubo reagrupamiento y de nuevo Flecha volvió a la carga. El de Vacansoleil agitó el grupo y formó una escapada junto a otros cinco integrantes. Por detrás, Sagan se desesperaba viendo como toda la responsabilidad recaía sobre él y sin equipo se le escapaba de las manos un triunfo casi seguro.

A menos de dos kilómetros para el final y con el grupo pisando los talones a los fugados, saltó Jan Bakelants con todo lo que tenía y sin mirar atrás. En los últimos metros parecía que el pelotón se le echaba encima, pero resistió. El belga, incrédulo, se llevó las manos a la cabeza para celebrar la primera victoria de su carrera.

Contador vuelve a tropezar en la primera piedra

Después de dos años de ausencia en el Tour de Francia, Contador vuelve a encontrarse todo igual. Tal y como sucedió en su última participación, el madrileño ha comenzado la ronda gala con un contratiempo. Si en 2011 una caída le hizo entregar más de un minuto en meta, ahora otro percance similar se ha saldado con un fuerte golpe en el hombro y en la rodilla, aunque sin pérdida de tiempo.

Los que pensaban que ya lo habían visto en las 99 ediciones anteriores de la carrera francesa, debieron llevarse las manos a la cabeza al ver el autobús de Orica-GreenEdge encajado en la línea de meta. El pelotón se acercaba a la llegada a gran velocidad, mientras los operarios intentaban desesperadamente sacar el vehículo del equipo australiano de la zona, en la que había quedado atrapado al sobrepasarla en altura.

Presa del pánico, la organización decidió adelantar la meta a la pancarta de los tres últimos kilómetros, un lugar imposible para acoger el final de etapa por la presencia de una rotonda. Los nervios se trasladaron al gran grupo, que en pocos minutos sufrió dos caídas. Siendo la segunda de ellas la más fuerte, con Contador, Cavendish, Sagan y Rui Costa como los más ilustres entre los damnificados.

Tras muchos esfuerzos, consiguieron liberar al autobús atrapado y la meta volvió a establecerse en su emplazamiento original. Pero el pelotón ya se había roto en mil pedazos y un grupo reducido de corredores iba a jugarse la victoria y el primer maillot amarillo. El honor correspondió al alemán Marcel Kittel, que supo sacar provecho de la ausencia de Cavendish y otros velocistas en la pelea.

Minutos después llegaban Contador y el resto de caídos, con daños de ‘chapa y pintura’ para la mayoría, a excepción de Tony Martin con fractura de clavícula. Quién iba a decirle al alemán que el peligro estaba en la primera jornada y no en el descenso de Alpe D´Huez como había advertido días atrás.

La etapa dejó otros protagonistas como Juan José Lobato, que se convirtió en el primer portador del maillot de lunares (líder de la clasificación de la montaña) al meterse en la escapada del día junto a Jerome Cousin, Lars Boom, Juan Antonio Flecha y Cyril Lemanc, que tuvo sus minutos de gloria hasta ser abortada.

Esto es el Tour y nadie hace concesiones. Lo sabe Chris Froome -accidentado en la salida neutralizada- y el propio Contador, al que una caída hace dos años le hizo comenzar la carrera contrapié. Esta vez las consecuencias no parecen tan graves.

‘Napoleón’ Contador contra el imperio británico

Rodeado por algunas dudas sobre su estado de forma y sin ser el máximo favorito para la victoria, Alberto Contador regresa al Tour de Francia dos años después de su última participación (2011), tras ser desposeído de su victoria en 2010 y cumplir sanción en 2012, dispuesto a recuperar el cetro perdido.

Desde que consiguió su primer triunfo en 2007, el madrileño nunca había llegado a la ronda gala con tantas incógnitas a su alrededor y con un rival tan poderoso enfrente. Un imponente Chris Froome que este año acumula más victorias que nunca (9) y que ésta vez cuenta con el todopoderoso Sky a su disposición, liberado de los grilletes que suponían la presencia de Bradley Wiggins.

La temporada de Froome contrasta con la de Contador, que solo ha sumado una victoria en todo el año (la que consiguió en el Tour de San Luis), algo inédito en él. Los dos rivales se han visto las caras en Tour de Omán, Tirreno-Adriático y Criterium du Dauphiné y en las tres ocasiones la balanza se inclinó del lado del británico de origen keniano. Pero esto es el Tour y aquí el español cuenta con la experiencia a su favor.

Testigos de la lucha entre el pinteño y el inglés, serán Andy Schleck (otra gran incógnita), Joaquim Rodríguez, Alejandro Valverde, Tejay van Garderen o Cadel Evans, que intentarán que la carrera no se reduzca a una mera pelea entre los líderes de Saxo-Tinkoff y Sky.

Los organizadores de la ronda gala han preparado un trazado equilibrado para la edición centenaria (no confundir con el centenario de la prueba, que se celebró en 2003), con cuatro finales en alto y tres cronos que hacen soñar tanto a escaladores como contrarrelojistas con vestir de amarillo en París al término de las tres semanas de competición.

La prueba arranca desde un escenario inédito como la isla de Córcega y con algo inusual: una jornada en línea de 212 kilómetros. Hecho que no se produce desde 1966 (año en que se instauró el tradicional prólogo o contrarreloj inicial). Tras dos días más de periplo por la isla la caravana ciclista se trasladará a Niza, donde tendrá lugar una contrarreloj por equipos de 25 kilómetros que marcará las primeras diferencias entre los candidatos al triunfo final.

La alta montaña aparece en la 8ª etapa, esta vez con los Pirineos como encargados de abrir fuego. Unos Pirineos ‘descafeinados’ sin la presencia del Tourmalet. La llegada a Plateau de Bonascre (Ax 3 Domaines), precedida por el durísimo Pailheres, no debería establecer muchos segundos entre los favoritos. Al día siguiente, final en Bagneres de Bigorre, con cinco puertos por el camino: Portet d’ Aspet, Menté, Peyresourde, Val Louron y La Hourquette d’ Ancizan. Aunque la cima del último se encuentra algo lejos de la meta (30 kilómetros).

Después de un día de descanso y una jornada de transición, llegará la primera contrarreloj individual entre Avranches y Mont Sanit Michel. 33 kilómetros prácticamente llanos que permitirán coger algo de margen a los especialistas en la lucha contra las manecillas del reloj, pero sin ‘torturar’ en exceso a los escaladores. La fiesta nacional francesa (14 de julio) se conmemorará con la etapa más larga (242 kilómetros) y la ascensión a una de sus cumbres míticas, el Mont Ventoux.

El segundo día de reposo será el preludio de la traca final de la carrera: cuatro días en los que no habrá tregua y a los que la organización espera que se llegue con todo por decidir. Primero la exigente contrarreloj de 32 kilómetros entre Embrun y Chorges. Un continuo sube y baja. Le seguirá la etapa del Alpe d´Huez que incluye como gran novedad dos ascensiones a la cima de las 21 curvas. Luego la llegada a Le Grand Bonard, con el Glandon y la Madeleine de por medio. La penúltima etapa, con final en Annecy Semnoz dejará la prueba vista para sentencia.

La llegada a París, al anochecer (otra de las novedades), coronará al vencedor de la 100ª edición de la ‘grande boucle’. Allí, en lo más alto, deberían estar Chris Froome o Alberto Contador. Los dos que inician su batalla en la isla de Córcega, la tierra de Napoleón. El punto de partida de la ‘reconquista’ de Contador, que deberá derrotar a la armada inglesa si quiere volver a ser proclamado emperador en los Campos Elíseos.

La madurez anticipada de Carlos Verona

Cuando uno habla con Carlos Verona (San Lorenzo de El Escorial, 4-11-1992) tiene la impresión de hacerlo con un veterano y no con el segundo corredor más joven del pelotón profesional, por detrás del holandés Danny Van Poppel (19 años).

El corredor de Omega Pharma-Quick Step habla con una madurez impropia a su edad (20 años) de la actualidad del ciclismo y no elude temas tan incómodos como el doping. «El dopaje ha existido y exisitirá siempre en todos los deportes. El ciclismo tuvo un pasado oscuro y yo he llegado a un nuevo ciclismo y las cosas han cambiando mucho», afirma.

Verona considera que «el colectivo ciclista ha sufrido mucho y que ahora lleguen tres subnormales y se pongan a hacer juegos de bombero por su avaricia y codicia, poniendo en peligro el trabajo de mucho gente, es algo que nos indigna a todos«, asegura.

En la vida de este madrileño todo transcurre a gran velocidad. Con apenas 18 años saltó directamente a profesionales con el conjunto Burgos BH, sin pasar por la categoría amateur, como la gran mayoría de los ciclistas.

El talento de Carlos no pasó inadvertido para el Omega, donde comparte equipos con corredores de primer nivel como Tom Boonen, Mark Cavendish, Tony Martin o Sylvain Chavanel. Verona se considera un corredor «diesel», para las grandes vueltas, pero sabe que su función es aprender y que el tiempo decidirá si es «uno de los elegidos».

De cara al Tour de Francia (donde todavía no debutará), el español considera a Froome como el gran favorito y al que desea «toda la suerte del mundo». Un corredor con el que tiene una relación especial, desde que se conocieron en Navacerrada en abril de 2009. El británico se entrenaba en la sierra madrileño junto a un compañero, cuando el mal tiempo les sorprendió y Verona los acogió en su propia casa.

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Indurain, la saga continúa

En las últimas semanas un apellido muy familiar ha vuelto a sonar con fuerza en los medios especializados en ciclismo. Se trata de Indurain, una palabra que evoca la época más gloriosa de este deporte en nuestro país. La culpa la tiene Miguel Indurain júnior, el hijo mayor del mejor corredor español de todos los tiempos.

A sus 17 años, el primogénito del cinco veces ganador del Tour de Francia se ha proclamado campeón de Navarra en ruta y en contrarreloj en su categoría. Estas dos victorias, unidas a su genética privilegiada, le han puesto en boca de todos. No es el primer corredor que ve como su vástago sigue sus pasos. Como ejemplos están los Merckx (Eddy y Axel), los Roche (Stephen y Nicolas) o los Schleck (Johny, Frank y Andy).

Cuando Miguel Indurain Larraya anunció un 2 de enero de 1997 que colgaba la bicicleta, explicó brevemente los motivos que le llevaron a tomar esa decisión. «Creo que ya le he dedicado el tiempo suficiente al ciclismo de competición y ahora deseo disfrutar de este deporte como afición. En definitiva, y tras meditarlo minuciosamente, pienso que he tomado la mejor decisión para mí y para mi familia. Ellos también me están esperando», aseguró. La familia eran su mujer Marisa y su hijo Miguel, nacido en diciembre de 1995.

16 años después de que el ciclismo español quedara huérfano de su gran campeón, otro Indurain llama a la puerta. Todos los que lo han visto aseguran que se trata de una ‘fotocopia’ del padre. Alto y robusto, con largas piernas y una musculatura todavía por definir. Tímido e introvertido, se entrega en cuerpo y alma al entrenamiento. Siempre en silencio, huyendo de los focos y de todo el ruido que genera su apellido.

El joven Indurain corre en las filas del Club Ciclista Villavés -el equipo donde el pentacampeón dio sus primeros pasos- y a las órdenes de Pepe Barruso, el hombre que comenzó a esculpir a su progenitor antes de convertirse en la máquina de pedalear perfectamente desarrollada por José Miguel Echavarri en el Banesto. El padre afirma que su perfil se adapta más al de un rodador que al de un escalador, pero a estas edades todavía es imposible conocer sus limitaciones.

Su exhibición en el campeonato de Navarra contrarreloj, donde recorrió los 10 kilómetros del recorrido a una media de 40 kilómetros por hora, hizo recordar a más de uno las demostraciones de Miguel Indurain senior en la lucha contra al cronómetro. Otro guiño al pasado son las muestras de compañerismo hacia otros miembros del equipo, de las que se han hecho eco algunos medios.

Una planta muy similar, un físico privilegiado, un carácter reservado y generosidad con los compañeros. Los comparaciones están ahí. De momento, esto es solo el principio de un largo camino hacia la cima. El tiempo dirá si otro Indurain inscribe su nombre con letras de oro en las páginas del deporte español.

El enigma Contador

Viernes 8 de febrero de 2013. Aeropuerto de Madrid-Barajas. En la cola del vuelo EK144 con destino a Dubái se colocan los viajeros dispuestos a afrontar una larga travesía. Entre los pasajeros, son pocos los que se percatan de la presencia de un doble ganador del Tour de Francia, de la Vuelta a España y de un Giro de Italia. Se trata de Alberto Contador, que hará escala en el emirato árabe para después dirigirse a Omán, donde participará en el Tour de dicho país.

Los países exóticos y emergentes se han convertido en una alternativa para el ciclismo y otros deportes. Sus patrocinadores y organizadores han encontrado una nueva vía para expandir su negocio, en busca de nuevos inversores, con este de tipo de pruebas en lugares hasta hace poco desconocidos. No lo ven con tan buenos ojos los corredores, expuestos a interminables viajes, cambios de horario y carreras que trastocan los planes de preparación a los que suelen estar acostumbrados.

El Tour de Omán fue la segunda parada en el calendario de 2013 para Alberto Contador. Allí se las vio con gente como Chris Froome, Vincenzo Nibali, Joaquim Rodríguez o Cadel Evans. El madrileño ocupó la segunda posición en la general final por detrás del británico del Sky, pero sin conseguir ningún triunfo parcial. De hecho, en lo que va de temporada, solo ha logrado una victoria, la que consiguió en la 6ª etapa del Tour de San Luis (Argentina). Algo inédito en el del Pinto, que a estas alturas lleva menos triunfos que en 2007 (6), 2009 (7), 2010 (8) y 2011 (3), años en los que acudió al Tour dispuesto a luchar por el maillot amarillo.

A Contador se le volvió a ver en la Tirreno-Adríatico peleando y cediendo ante Nibali y Froome. Tampoco pudo con los colombianos y el Sky en la Vuelta al País Vasco (5º). De ahí a las clásicas de las Ardenas, donde acudió por ‘imposición’ de su equipo, el Saxo-Tinkoff. En la Flecha Valona (33º) estuvo muy lejos de pelear por la victoria, mientras que en la Lieja-Bastoña-Lieja (57º) se dejó ver con un ataque en el último tramo que desencadenó la batalla final. Entre medias, el traslado de su residencia a Suiza, con el consiguiente cambio en los entrenamientos.

La cosa no mejoró en el reciente Critérium del Dauphiné. En el último test importante antes del Tour, el pinteño volvió a vérselas con Froome y su equipo en un anticipo de lo que le espera en la ronda gala. La contrarreloj de la 4ª etapa, en la que Contador perdió más de dos minutos y medio con su rival alegando falta de fuerzas y una alergia, encendió todas las alarmas. Al día siguiente mostró cierta mejoría en la llegada a Valmoral, pero se vio superado en los últimos metros por el británico, que en aquella jornada dio toda una demostración de poderío y certificó su victoria final.

A menos de dos semanas para el inicio de la ‘grande boucle’, la sensación de superioridad que han dejado Chris Froome y el Sky en las mismas carreteras por las que rodarán en unos días, parece suficiente para intimidar a todos sus adversarios. Entre ellos, el líder de Saxo-Tinkoff, que no ha llevado a cabo una preparación muy diferente a la de otras temporadas, aunque es evidente que su estado de forma está un punto por debajo del que será su gran enemigo en el Tour.

Mientras crecen las incógnitas acerca de su rendimiento, Contador se muestra tranquilo y confiado. El pinteño dice no estar preocupado y que espera llegar a tope a la última semana de la carrera francesa, donde según sus palabras «decidirá todo». El español sabe que todo está en su cabeza y en sus piernas, pero es innegable que nunca había llegado a la ronda gala con un rival tan poderoso enfrente y con tantas dudas a su alrededor.

La liberación de Froome

Ningún integrante del Sky vivió la participación de Bradley Wiggins, en el pasado Giro de Italia, con tanta intensidad como Chris Froome. El calvario que el británico sufría en la ‘corsa’ rosa se trasladaba a su compatriota, que veía amenazada su posición privilegiada de cara el Tour de Francia. Con el abandono de Wiggins, Froome empezó a preocuparse por la posibilidad de que su compañero acudiese a la ronda gala para resarcirse, discutiendo su liderazgo. Unos temores que se alejaron días después.

Wiggins no estará en el Tour. El ganador de la pasada edición sufre una lesión en la rodilla que le impide entrenarse con normalidad y le ha obligado a renunciar a defender su corona en las carreteras francesas. El nombre del inglés se une al de otros campeones como Anquetil (1965), Merckx (1973), Hinault (1983), Fignon (1985), Lemond (1987) o Contador (2008), que tampoco pudieron luchar por retener su título.

De esta manera, Froome partirá el próximo 29 de junio desde Córcega como líder absoluto de la escuadra de David Brailsford en la ‘grande boucle’. Una situación que solo pudo experimentar en la última Vuelta a España, donde acudió demasiado cargado de kilómetros. Con Wiggins fuera de escena, Froome dispondrá de un equipo entregado a su causa y sin los problemas que conlleva tener a dos gallos en el mismo corral.

Desde que Chris Froome comenzó a despuntar en 2011, siempre se ha visto limitado por la presencia de Bradley Wiggins. Todo empezó en la Vuelta de 2011, en la que el corredor de origen keniano terminó segundo en la general, a solo 13 segundos de Juanjo Cobo. Froome llegó a liderar la prueba y de no ser por las fuerzas malgastadas en ayudar a su jefe de filas (Wiggins), probablemente hubiese ganado la carrera.

El Tour de Francia de 2012 escenificó como nunca la impotencia de un gregario obligado a plegarse ante su líder. Froome tuvo que conformarse con el segundo puesto, por detrás de su compañero, quien solo pudo meterle tiempo en las etapas cronometradas. En algunos momentos Froome dio la sensación de ser superior a Wiggins, al que descolgó y después esperó en varias subidas.

Esta vez todo será diferente. El ciclista nacido en Nairobi, asumirá los galones en el Sky y solo tendrá que preocuparse del resto de adversarios, todos ellos lejos de su equipo. Enfrente estarán los Contador, Schleck, Purito o Valverde, quienes deberán temblar ante la nueva versión de Froome. Un corredor liberado y capaz de golpear en todos los terrenos.